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La OCDE pone un espejo delante de España: crecimiento, demografía y un futuro que ya no se puede esquivar

La OCDE alerta: España crece con bases frágiles. Demografía hundida, pensiones insostenibles y un modelo económico sin productividad real. El país necesita reformas urgentes antes de que sea tarde.

La OCDE acaba de publicar un informe que actúa como un jarro de agua fría para España. No porque revele algo inesperado, sino porque verbaliza lo que el país lleva una década intentando no mirar: que la aritmética demográfica, fiscal y productiva ya no cuadra. Cuando no cuadra la aritmética, no hay relato político ni optimismo coyuntural que pueda sostener el edificio.

El análisis no entra en debates ideológicos ni comparaciones partidistas. Es tan simple como mirar las tres variables que definen el futuro económico de un país desarrollado: cuántos nacen, cuántos envejecen y cómo se financia la estructura que los une. España suspende en las tres.

El drama demográfico: natalidad hundida y un sistema insostenible

El primer aviso es brutal por su sencillez: natalidad hundida, esperanza de vida altísima y un sistema de pensiones de reparto. La combinación perfecta para un desequilibrio estructural. El informe ni siquiera necesita adjetivos dramáticos: le basta con mostrar la curva.

España envejece, y lo hace cada año un poco más deprisa. Si la base de cotizantes se estrecha mientras la cúspide de pensionistas se ensancha, el sistema no es sostenible. No es ideología: es una función matemática.

A esto se suma la narrativa oficial del Gobierno, que presume de que España es “la locomotora del crecimiento en Europa”. Y es cierto que el PIB crece por encima de la media europea. Pero el problema no es cuánto crece, sino cómo crece. El crecimiento del PIB puede ser seductor, pero si se apoya en columnas frágiles, no sirve para construir futuro.

Los tres motores del crecimiento español: frágiles y sin futuro

El análisis de la OCDE se centra precisamente en esas columnas, y la conclusión es inquietante: el crecimiento español está apalancado sobre tres motores que no generan productividad sostenible.

Primer motor: gasto público sin retorno productivo

El gasto público ha actuado como sostén del PIB desde 2020. Cada euro gastado por el Estado se suma directamente al PIB, independientemente de si genera valor futuro o no. Subes pensiones: sube el PIB. Concedes más subvenciones: sube el PIB. Contratas más personal público: sube el PIB.

La métrica sube, pero el país no necesariamente mejora. Aquí aparece uno de los puntos más críticos del informe: no todo gasto público es inversión, y buena parte del aumento reciente es gasto corriente estructural, no capital productivo. La OCDE lo dice con claridad: España gasta mucho, pero invierte poco.

Segundo motor: inmigración que infla el PIB pero no la riqueza per cápita

La inmigración explica buena parte del aumento del PIB y del empleo. A más población, más PIB. Pero el indicador relevante no es ese, sino el PIB per cápita, que en España sigue estancado en niveles pre-2008. Esto significa que, aunque la economía en conjunto crece, los ciudadanos no son más ricos.

La metáfora familiar lo ilustra bien: si cuatro personas ingresan 40.000 euros, son 10.000 por cabeza; si llega una quinta persona que aporta 4.000 euros, la familia ingresa más, sí, pero cada uno tiene menos. Crece el total, pero baja el bienestar individual. Y esto es exactamente lo que está ocurriendo.

Tercer motor: turismo masivo de bajo valor añadido

El turismo aporta una parte esencial del PIB, pero tiene limitaciones evidentes: baja productividad relativa, dependencia de precios, presión sobre vivienda y tensiones en infraestructuras. España ha convertido el turismo en una industria masiva, pero no en una industria de alto valor añadido.

Cuando un país depende tanto de un sector intensivo en salarios bajos y empleo estacional, su capacidad de escalar rentas se reduce drásticamente. La OCDE no pide eliminar el turismo —sería absurdo—, pero sí transformarlo, orientarlo hacia calidad, valor y sostenibilidad, y no hacia volumen.

La paradoja española: crecer sin prosperar

La combinación de estos tres motores explica por qué España puede crecer mientras sus infraestructuras urbanas están al límite, sus salarios medianos apenas avanzan y su vivienda se ha convertido en un bien inaccesible para buena parte de los jóvenes.

Es la paradoja española: crecimiento macroeconómico con empobrecimiento microeconómico. Madrid, Málaga o Barcelona muestran la foto completa: vivienda disparada, transporte saturado, tensión sanitaria y un mercado laboral con fuerte dualidad. Cuando la población crece más rápido que las infraestructuras, la calidad de vida se degrada aunque el PIB suba.

El problema nuclear: la demografía española

La OCDE entra entonces en el que considera el problema nuclear: la demografía. España tiene una de las tasas de natalidad más bajas del mundo, solo comparable con Corea del Sur o Italia, y una de las esperanzas de vida más altas.

Esto genera un efecto tijera devastador: cada vez nacen menos niños, cada vez vivimos más años, y cada vez dependemos más de que las siguientes generaciones sostengan a las anteriores. El país se dirige hacia una estructura piramidal invertida, donde dos trabajadores sostendrán a un pensionista, una proporción simplemente inviable.

¿Por qué los españoles no tienen hijos?

Las causas no son únicamente económicas, sino también culturales e institucionales: ayudas a la natalidad simbólicas, precios de vivienda desorbitados, empleos inestables, salarios insuficientes para formar una familia, emancipación tardía.

España es uno de los países europeos donde la gente se independiza más tarde, y cuando llega el momento de tener hijos, el reloj biológico ya está en la fase final. La consecuencia es clara: tener un hijo es difícil; tener dos es raro; tener tres es casi exótico.

El sistema de pensiones: un Ponzi demográfico

En ese contexto, el sistema de pensiones español se convierte en una especie de Ponzi demográfico: un esquema que funciona mientras haya suficientes cotizantes nuevos que entren al sistema para financiar a los jubilados actuales. Pero si la base se hunde, el mecanismo se agota.

No porque los pensionistas no lo merezcan, sino porque el sistema no puede sostenerse sin reformas estructurales. La OCDE advierte que España necesita actuar ahora, no cuando el problema sea irreversible.

Aquí aparece una de las reflexiones más potentes del informe, inspirada indirectamente en Hemingway: “Primero, poco a poco… y después, de repente”. Los países no colapsan por un único evento, sino por una acumulación de desequilibrios no corregidos.

España no es Argentina ni se dirige al abismo mañana, pero está erosionando sus fundamentos: productividad, capital humano, capacidad fiscal, estructura demográfica. Los síntomas llevan años ahí. La diferencia es que ahora la OCDE los verbaliza sin eufemismos.

El discurso del cohete sin combustible

La institución también señala que el discurso de “España va como un cohete” ignora que el país carece de palancas auténticas de crecimiento futuro. Tiene alto gasto público estructural, baja productividad, demografía deprimida, dependencia extrema del turismo y un modelo laboral incapaz de generar empleos de alto valor añadido.

Esta mezcla conduce a lo que muchos economistas definen como un país que crece sin prosperar. La crítica no es destructiva, sino preventiva. La OCDE no plantea fatalismo, sino acción.

Qué necesita España para cambiar su trayectoria

España necesita un nuevo contrato demográfico, políticas públicas orientadas a fomentar la natalidad, resolver la crisis de la vivienda, mejorar la productividad empresarial, atraer inversión de calidad y diversificar su modelo económico más allá del turismo y el gasto público.

Y sobre todo necesita decir la verdad: que el actual bienestar se financia parcialmente a crédito, ya sea fiscal, demográfico o institucional.

El informe termina subrayando que si España no reforma su sistema de pensiones y no corrige el desequilibrio entre población activa y dependiente, el país se volverá más viejo, más lento y con menos capacidad de reacción ante shocks futuros. Es un mensaje duro, pero necesario: no se puede construir un país moderno sobre cimientos que se erosionan lentamente.

El espejo está puesto: ahora toca actuar

España todavía tiene margen para cambiar su trayectoria. Pero ese margen se reduce cada año que pasa. La OCDE ha hecho lo que suele hacer: poner un espejo delante del país.

Ahora toca decidir si se ignora la imagen o se empieza a corregirla. Porque un país no se hunde cuando tiene problemas, sino cuando decide no resolverlos.

Preguntas frecuentes

¿Qué dice el informe de la OCDE sobre España?

El informe de la OCDE señala que España tiene un crecimiento económico apoyado en bases frágiles: gasto público estructural, inmigración que infla el PIB sin mejorar la riqueza per cápita, y dependencia del turismo de bajo valor añadido. Además, alerta sobre la crisis demográfica y la insostenibilidad del sistema de pensiones.

Porque el PIB crece gracias a factores que no generan productividad sostenible a largo plazo. El crecimiento se basa en gasto público corriente, incremento poblacional por inmigración y turismo masivo, pero no en mejoras de productividad, innovación o capital humano.

España tiene una de las tasas de natalidad más bajas del mundo y una esperanza de vida muy alta. Esto crea una estructura piramidal invertida donde cada vez hay menos trabajadores para sostener a más pensionistas, lo que amenaza la viabilidad del sistema de pensiones de reparto.

Las causas son múltiples: precios de vivienda inaccesibles, empleos inestables, salarios insuficientes, emancipación tardía y ayudas a la natalidad insuficientes. La combinación de estos factores hace que tener hijos sea económica y socialmente difícil para las nuevas generaciones.

La OCDE propone reformar el sistema de pensiones, fomentar políticas efectivas de natalidad, resolver la crisis de vivienda, mejorar la productividad empresarial, atraer inversión de calidad y diversificar el modelo económico más allá del turismo y el gasto público. La clave es actuar ahora, antes de que los problemas se vuelvan irreversibles.

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